Los valores, entendidos dentro de las virtudes humanistas o cristianas, no son nuevos y en ciertas culturas se han enmarcado como las principales guías morales para la vida en sociedad. No obstante, si se realiza una breve observación reflexiva a la enseñanza de los valores en el siglo XXI, se podrá notar que, independientemente de los programas educativos actuales en todos los niveles, se ha perdido la practicidad de los mismos en nuestras vidas y en relación con nuestros semejantes. Este desvanecer de lo axiológico, propiciado en parte por corrientes éticas postmodernas que exaltan la pluridimensionalidad de lo humano, al punto de transfigurar, a nivel de las estructuras sociales y mentales, comportamientos positivos en negativos y viceversa; así, este orden ambivalente de entender el mundo, ha edificado seres egoístas e insensibles. Permitiendo, de esta forma, el desarrollo de antivalores que van en detrimento de la moral de nuestra sociedad.