La universidad representa una significativa oportunidad de crecimiento personal y desarrollo académico para un considerable número de personas. Constituye un ámbito propicio para la exploración de intereses individuales, así como la adquisición de conocimientos especializados en el campo de estudio seleccionado y el desarrollo de habilidades pertinentes para su posterior inserción en el ámbito profesional. Además, la universidad posibilita una ampliación de horizontes al permitir a los estudiantes interactuar con diversas personas y experiencias, propiciando así la construcción de una red de contactos profesionales y sociales. En este sentido, la universidad se configura como un período de trascendencia crucial para personas en la etapa de adolescencia y adultez temprana. En consecuencia, salvaguardar una experiencia enriquecedora para este colectivo se convierte en una responsabilidad inherente a las instituciones de educación superior.