2025-02-052025-02-05http://hdl.handle.net/11634/65076El punto de partida de la filosofía, como descubrió Aristóteles, es la admiración ante aquello que no sabemos explicarnos, ante un hecho que nos aparece como un jeroglífico, como un enigma, como un misterio: «aquellos que fueron los primeros en filosofar, y aquellos que aún hoy filosofan —afirma Santo Tomás de Aquino en su comentario a la Metaphysica de Aristóteles— empiezan a filosofar movidos por la admiración de alguna causa [propter admirationem alicuius causae]». La capacidad de admirarse implica una indigencia, una negatividad; un sujeto se maravilla ante un efecto cuya causa ignora; entonces, impulsado por esta íntima experiencia, decide empezar a filosofar para «huir de la ignorancia».application/pdfSobre educación y verdadinfo:eu-repo/semantics/article